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Una virtuosa rendición de cuentas

De La Coppermind
(Redirigido desde «An Accountability of Virtue»)
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Una virtuosa rendición de cuentas
Tipo Romance
Mundo de origen Roshar
Universo Cosmere

Una virtuosa rendición de cuentas es una novela romántica épica alezi sobre el triángulo amoroso de Wema con los brillantes señores Vadam y Sterling.[1]

Trama

Wema recibe las atenciones de dos brillantes señores: Sterling, un oficial, y Vadam, un hombre al que el alto príncipe ha dado tierras. Al principio, Wema sólo desea a Sterling a pesar de que Vadam es el más próspero económicamente de los dos. Su tío, sin embargo, aboga por que elija a Vadam a pesar de que éste encerró a su padre. Esto la lleva a dudar de su elección cuando Sterling deja claro su afecto por ella.

Las dudas de Wema a la hora de responder al afecto de Sterling casi hacen que lo pierda definitivamente. Él le dice que se irá a las Llanuras Quebradas, y ella se da cuenta tanto de su vulnerabilidad como del respeto que siente por ella. Le dice que espere y corre hacia él, eligiendo al final a Sterling en lugar de a Vadam.[1]

Secuela

En la secuela, la tímida hermana de Wema tiene que elegir entre un oficial de la marina, un banquero thayleño y el Sagaz del Rey después de recibir atención en la corte.[1] Es probable que esto no sea una referencia específica a Hoid, sino a su posición.

Historia

La fervorosa Ellista leyó Una virtuosa rendición de cuentas mientras estaba en el monasterio de Jokasha. Ellista era una investigadora excepcionalmente dotada, pero a veces le gustaba escapar del bullicioso monasterio y leer epopeya romántica. Intentaba ocultarlo a sus compañeros fervorosos, pero Urv la descubrió leyéndolo en el bosque. Ellista se sorprendió al saber que Urv también había leído el libro, y se ofreció a prestarle la continuación a cambio de su ayuda para traducir un fragmento del canto del alba.[1]

Extractos

Wema se dio la vuelta ante las proposiciones del brillante señor Sterling, apretándose la mano segura contra el pecho y bajando la mirada para apartarla de sus atractivos rizos. Halagos como aquellos, capaces de excitar la parte más impúdica de la mente, sin duda se revelarían incapaces de satisfacerla a largo plazo, pues si bien las atenciones del brillante señor fueron una vez apetecibles delicias con las que entretenerse en sus horas ociosas, se le antojaron en ese momento reveladoras de su extremada impudicia y las mayores imperfecciones de su carácter.

¿Cómo podía aceptar aquella disipada justificación de los que una vez fueron sus tenaces deseos? ¿Acaso no debería, en cambio, optar por la decisión más prudente, aquella por la que abogaba la firme voluntad de su tío? El brillante señor Vadam gozaba de una concesión de tierras por obra y gracia del alto príncipe, y dispondría de los medios para proveerla en mucha mayor medida que las satisfacciones de que disponía un mero oficial, por bien considerado que estuviera y por muy agraciados que fueran su temperamento, sus rasgos y sus dulces caricias.

—Wema —entonó el brillante señor Sterling—, comprendo ahora que juzgué mal tus atenciones. Por ello, me embarga una profunda vergüenza ante mi necedad. Me marcharé a las Llanuras Quebradas y ya no tendrás que sufrir más tiempo la tribulación de mi presencia.

Se inclinó como un auténtico caballero, deferente y dotado de todo el debido refinamiento. Fue una reverencia digna incluso del más alto monarca, y en ella Wema entrevió la auténtica naturaleza de las atenciones del brillante señor Sterling. Era un hombre sencillo pero apasionado, respetuoso en todos sus actos. La comprensión dotó de un claro contexto a los avances previos del brillante señor, que de repente Wema interpretó como verdaderas grietas en su firme armadura, como huecos vulnerables y no como ejemplos de avaricia. Mientras él alzaba el cerrojo de la puerta con la intención de exir para siempre de su vida, en Wema brotaron una pena y un anhelo sin par, entrelazados como dos hilos en un telar que construyera un grandioso tapiz de deseo.

—¡Espera! —exclamó Wema—. Querido Sterling, no te marches sin escuchar mis palabras.

El decoro se le antojó banal, sumida como se hallaba en su ansia por sentir el contacto de la piel de Sterling. Corrió a él y depositó en su firme brazo la mano enmangada, que a continuación alzó para acariciar su recia mandíbula.

—Extractos de Una virtuosa rendición de cuentas[1]

Notas

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Big Smooth (talk) 18:21, 13 August 2020 (UTC)

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