Diferencia entre revisiones de «Palabras de Instauración»
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|world=Scadrial
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{{quote
|Había toda una cámara dedicada a las Palabras de Instauración, los libros de Armonía, su tradición, su conocimiento y su propio relato sagrado de lo que había ocurrido en el Mundo de Ceniza.
|[[Wax]]
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==Significado y contenido==
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== Curiosidades==
* Un extracto de las Palabras de Instauración compone los [[El Héroe de las Eras/Epígrafes|epígrafes]] del tercer libro de [[Nacidos de la bruma (saga)|Nacidos de la bruma]], ''[[El Héroe de las Eras]]''.
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{{quote|<!-- part 1 chapter 1-->
Soy, por desgracia, el Héroe de las Eras.
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<!-- chapter 2 -->
Ostentar el poder le hizo cosas extrañas a mi mente. En solo unos instantes, me familiaricé con el poder en sí, con su historia y con las formas en que podía ser utilizado.
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Sin embargo, este conocimiento era diferente de la experiencia, o incluso de la habilidad de usar el poder. Por ejemplo, sabía mover un planeta en el cielo, pero no sabía dónde colocarlo para que no estuviera demasiado cerca ni demasiado lejos del sol.
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En cierto sentido, tener semejante poder resultaba abrumador, creo. Era un poder que se tardaría milenios en comprender. Rehacer el mundo habría sido fácil, si hubiera estado familiarizado con el poder. Sin embargo, advertí el peligro inherente a mi ignorancia. Como un niño que de pronto adquiere una fuerza asombrosa, podría haber empujado demasiado y dejado el mundo convertido en un juguete roto que es imposible reparar.
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Esto es lo que en verdad le sucedió a Rashek, creo. Se esforzó demasiado. Trató de eliminar las brumas acercando el planeta al Sol, pero lo movió demasiado lejos y volvió el mundo demasiado caluroso para la gente que lo habitaba.
<br />
Las montañas de ceniza fueron su solución. Había descubierto que empujar un planeta requería demasiada precisión, así que hizo en cambio que las montañas entraran en erupción y arrojaran al aire humo y ceniza. La atmósfera más densa hizo más frío el mundo y volvió rojo el Sol.
<br />
Cada vez que Rashek trataba de arreglar las cosas, las empeoraba. Tuvo que cambiar las plantas del mundo para que pudieran sobrevivir en el nuevo y endurecido entorno. Sin embargo, ese cambio hizo que las plantas fueran menos nutritivas para la humanidad. De hecho, la ceniza que caía habría hecho enfermar a los hombres, haciéndoles toser como quienes pasaban demasiado tiempo en las minas bajo tierra. Por eso Rashek cambió también a la humanidad, alterándola para que pudiera sobrevivir.
<br />
Rashek pronto encontró un equilibrio en los cambios, lo cual fue una suerte, pues su poder se consumió muy rápidamente. Aunque le parecía inmenso, en realidad no era más que una diminuta fracción de algo mucho más grande.
<br />
Naturalmente, acabó llamándose a sí mismo la «Lasca del Infinito» de su religión. Tal vez comprendía más de lo que le reconozco.
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Sea como fuere, tuvimos que agradecerle un mundo sin flores, en el que las plantas crecían marrones en vez de verdes y la gente sobrevivía en un entorno donde la ceniza caía del cielo de manera continuada.
<br />
Hablo de «nosotros». El grupo. Los que intentábamos descubrir y derrotar a Ruina. Tal vez mis pensamientos estén ahora confusos, pero me gusta mirar atrás y ver la suma de lo que hicimos como un único ataque coordinado, aunque todos estuviéramos implicados en distintos planes y procesos.
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Éramos uno. Eso no impidió que el mundo terminara, pero tampoco fue necesariamente negativo.
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Es demasiado fácil caracterizar a Ruina simplemente como una fuerza destructiva. Considerémosla mejor una decadencia inteligente. No solo caos, sino una fuerza que buscó de forma racional (y peligrosa) reducirlo todo a su forma más básica.
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Ruina lo planeaba todo con cuidado, sabiendo que, si construía una cosa, podría usarla para derribar otras dos. La naturaleza del mundo es tal que, cuando creamos algo, a menudo destruimos otra cosa en el proceso.
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La alomancia nació con las brumas. O, al menos, la alomancia coincidió con la aparición de las primeras brumas. Cuando Rashek se hizo con el poder en el Pozo de la Ascensión, tomó conciencia de ciertas cosas. Algunas se las susurró Ruina; otras le fueron concedidas como parte instintiva del poder.
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Una de ellas era el conocimiento de las Tres Artes Metálicas. Supo, por ejemplo, que las pepitas de metal de la Cámara de la Ascensión convertían en nacidos de la bruma a quienes las ingerían. Después de todo, eran fracciones del poder del Pozo mismo.
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Pepitas de alomancia pura, el poder mismo de Conservación. No sé por qué Rashek dejó una de esas pepitas en el Pozo de la Ascensión. Tal vez no la vio, o tal vez pretendía guardarla para obsequiar con ella a un sirviente afortunado.
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Tal vez temía perder sus poderes algún día y necesitar esa pepita para recuperar la alomancia. Sea como fuere, bendigo a Rashek por su olvido, pues sin esa pepita Elend habría muerto aquel día en el Pozo.
<br />
El Primer Contrato, a menudo mencionado por los kandra, fue en un principio solo una serie de promesas hechas al lord Legislador por la Primera Generación. Anotaron estas promesas, y al hacerlo codificaron las primeras leyes kandra. Les preocupaba gobernarse solos, independientemente del lord Legislador y de su imperio. Por eso, tomaron lo que le habían escrito y le pidieron su aprobación.
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Él les ordenó que lo grabaran en acero, y luego firmó personalmente al pie. Este código fue lo primero que aprendieron los kandra al despertar de su vida como espectros de la bruma. Contenía órdenes para reverenciar a las generaciones anteriores, sencillos derechos legales garantizados a cada uno, instrucciones para crear nuevos kandra y una exigencia de dedicación total al lord Legislador.
<br />
Lo más preocupante: el Primer Contrato contenía una orden que, invocada, requería el suicidio en masa de todo el pueblo kandra.
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Rashek trasladó el Pozo de la Ascensión, obviamente.
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Fue muy astuto por su parte: quizá lo más inteligente que hizo. Sabía que el poder regresaría un día al Pozo, pues un poder semejante (el poder fundamental sobre el que estaba formado el mundo) no se agota sin más. Puede ser usado, y por tanto difundido, pero siempre se renueva.
<br />
Así, sabiendo que los rumores e historias persistirían, Rashek cambió el paisaje mismo del mundo. Puso montañas en lo que sería el norte, y llamó Terris a ese lugar. Luego allanó su auténtica tierra natal, y construyó allí su capital.
<br />
Construyó su palacio alrededor de esa sala en su centro, la sala donde meditaba, la sala réplica de su antigua casa en Terris. Un refugio creado momentos antes de que su poder se agotara.
<br />
Debido a su conexión con la sangre, se llama hemalurgia. No es una coincidencia, creo yo, que la muerte esté siempre implicada en el traspaso de poder a través de la hemalurgia. Marsh lo describió una vez como un proceso «sucio». Tampoco es el adjetivo que yo habría elegido. No es lo bastante perturbador.
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<!-- part 2 chapter 14 -->
La conciencia de Ruina estaba atrapada en el Pozo de la Ascensión, casi impotente. Esa noche, cuando descubrimos el Pozo por primera vez, encontramos algo que no comprendíamos. Un humo negro cubría una de las salas.
<br />
Aunque lo discutimos después, no supimos decir qué era. ¿Cómo íbamos a saberlo?
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Formaba parte del cuerpo de un dios, o más bien, del poder de un dios, ya que en realidad ambas cosas son lo mismo. Ruina y Conservación habitaban poder y energía del mismo modo que un hombre habita carne y sangre.
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<!-- chapter 15 -->
La ceniza.
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No creo que la gente llegara a comprender lo afortunada que fue. Durante los mil años anteriores al Colapso, empujaron la ceniza hacia los ríos, la apilaron en las afueras de las ciudades y, en general, la dejaron estar. Nunca comprendieron que, sin los microbios y plantas que Rashek había desarrollado para reducir las partículas de la ceniza, la tierra habría quedado enterrada rápidamente.
<br />
Aunque, claro, eso acabó sucediendo de todas formas.
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<!-- chapter 16 -->
Se llaman sabios alománticos. Hombres y mujeres que avivan sus metales durante tanto tiempo y con tanta fuerza, que el flujo constante de poder alomántico transforma su misma psicología.
<br />
En la mayoría de los casos, con la mayoría de los metales, los efectos son muy leves. Los buscadores, por ejemplo, a menudo se convierten en sabios del bronce sin saberlo. Su alcance se expande por quemar el metal durante tanto tiempo. Convertirse en un sabio del peltre es peligroso, ya que requiere forzar muchísimo el cuerpo a un estado en que no se puede sentir cansancio ni dolor. La mayoría se mata por accidente antes de que el proceso se complete, y en mi opinión, el beneficio no merece la pena el esfuerzo.
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Los sabios del estaño, sin embargo... son algo especial. Dotados con sentidos que superan lo que cualquier alomántico normal necesitaría o querría, se convierten en esclavos de lo que tocan, oyen, ven, huelen y saborean. No obstante, el poder anormal de estos sentidos les proporciona una clara e interesante ventaja.
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Podría argumentarse que, igual que el inquisidor que ha sido transformado por un clavo hemalúrgico, el sabio alomántico ya no es humano.
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<!-- chapter 17 -->
La sutileza desplegada por los microbios devoradores de ceniza y las plantas mejoradas demuestra que Rashek progresó cada vez más en el manejo del poder. Se consumió en cuestión de minutos, pero para un dios los minutos pueden pasar como horas. Durante ese tiempo, Rashek comenzó siendo un niño ignorante que empujó un planeta demasiado cerca del Sol, se convirtió en un adulto capaz de crear montañas de ceniza para enfriar el aire, y finalmente en un artesano maduro capaz de desarrollar plantas y criaturas para propósitos específicos.
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También demuestra su forma de pensar durante el tiempo que estuvo con el poder de Conservación. Bajo su influencia, estuvo obviamente en modo protector. En vez de nivelar los montones de ceniza y tratar de devolver el planeta a su sitio, reaccionó trabajando furiosamente para arreglar los problemas que él mismo había causado.
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<!-- chapter 18 -->
Rashek no resolvió todos los problemas del mundo. De hecho, con cada cosa que arreglaba, creaba problemas nuevos. Sin embargo, fue lo bastante listo para que cada problema subsiguiente fuera menor que los anteriores. Así, en vez de plantas que morían por el sol distorsionado y el suelo ceniciento, tuvimos plantas que no ofrecían nutrición suficiente.
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Salvó el mundo. Cierto, que el mundo estuviera al borde de la destrucción fue por su causa en primera instancia... pero teniéndolo todo en cuenta, hizo un trabajo admirable. Al menos, no liberó a Ruina como hicimos nosotros.
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<!-- chapter 19 -->
Sí, la ceniza era negra. No, no debería serlo. Prácticamente toda ceniza común tiene un componente oscuro, pero es gris o blanca además de negra.
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La ceniza de los Montes de Ceniza... era diferente. Como las brumas, la ceniza que cubría nuestra tierra no era algo natural. Tal vez fuera la influencia del poder de Ruina, tan negra como blanca era Conservación. O tal vez fuera solo la naturaleza de los Montes de Ceniza, especialmente diseñados y creados para lanzar al cielo humo y ceniza.
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<!-- chapter 20 -->
Más de una persona manifestó haber notado un odio consciente en las brumas. Esto no está necesariamente relacionado con que las brumas maten a la gente. A la mayoría, incluso aquellos a quienes afectó, las brumas simplemente les parecían un fenómeno meteorológico, no más consciente ni vengativo que una terrible enfermedad.
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Para otros, sin embargo, había más. A los que favorecía, los envolvía. A los que era hostil, los apartaba. Algunos sentían paz dentro de ellas, otros sentían odio. Todo se reducía al sutil contacto de Ruina, y a cuánto se reaccionaba a sus incitaciones.
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<!-- chapter 21 -->
No debería sorprender que Elend se convirtiera en un alomántico tan poderoso. Es un hecho bien documentado (aunque esa documentación no estaba al alcance de la mayoría) que los alománticos eran mucho más fuertes durante los primeros días del Imperio Final.
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En aquellos días, un alomántico no necesitaba duraluminio para hacerse con el control de un kandra o un koloss. Bastaba con un simple empujón o un tirón de las emociones. De hecho, esta habilidad fue uno de los principales motivos por los que los kandra idearon sus Contratos con los humanos, pues por aquel entonces no solo los nacidos de la bruma, sino también los aplacadores y encendedores podían controlarlos a placer.
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<!-- chapter 22 -->
Las perlas de metal encontradas en el Pozo (perlas que convertían a los hombres en nacidos de la bruma) eran el motivo por el que los alománticos solían ser más poderosos. Aquellos primeros nacidos de la bruma eran como Elend Venture: poseían un poder primigenio que luego se transmitió por los linajes de la nobleza, debilitándose un poco con cada generación.
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El lord Legislador fue uno de aquellos antiguos alománticos, su poder puro y sin adulterar por el tiempo y la reproducción. En parte por eso era tan poderoso comparado con otros nacidos de la bruma; aunque, en efecto, su capacidad para mezclar feruquimia y alomancia era lo que producía muchas de sus más espectaculares habilidades. Con todo, me parece interesante que uno de sus poderes «divinos» (su esencial fuerza alomántica) fuera algo que también poseían los nueve alománticos originales.
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<!-- chapter 23 -->
Durante los primeros días del plan original de Kelsier, recuerdo lo mucho que este nos confundió a todos con su misterioso «Undécimo metal». Decía que había leyendas sobre un metal místico que permitía matar al lord Legislador, y que él había localizado ese metal tras una intensa búsqueda.
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Nadie sabía realmente qué hizo Kelsier en los años transcurridos entre su huida de los Pozos de Hathsin y su regreso a Luthadel. Cuando alguien insistía, simplemente contestaba que había estado «en el oeste». De algún modo, en sus correrías descubrió historias de las que ningún guardador había oído hablar. La mayoría de los miembros del grupo no sabían cómo interpretar las leyendas de las que hablaba. Tal vez ese fuera el principal motivo por el que hasta sus más viejos amigos empezaron a cuestionar su liderazgo.
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<!-- chapter 24 -->
Ahora creo que las historias, leyendas y profecías de Kelsier sobre el «Undécimo metal» fueron creadas por Ruina. Kelsier buscaba un modo de matar al lord Legislador, y Ruina, siempre sutil, se lo proporcionó.
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En efecto, ese secreto fue crucial. El Undécimo metal de Kelsier proporcionó la pista que necesitábamos para matar al lord Legislador. Sin embargo, hasta en esto fuimos manipulados. El lord Legislador conocía los objetivos de Ruina, y jamás lo habría liberado del Pozo de la Ascensión. Ruina necesitaba otros peones... y para que eso sucediera, el lord Legislador tenía que morir. Incluso nuestra mayor victoria fue moldeada por los sutiles dedos de Ruina.
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<!-- chapter 25 -->
<br />
Casi hemos olvidado esta parte del saber. Los skaa solían hablar al respecto, antes del Colapso. Los filósofos discutieron mucho en los siglos III y IV, pero en la época de Kelsier ya era un tema casi olvidado.
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Sin embargo, era real. Había una diferencia fisiológica entre los skaa y la nobleza. Cuando el lord Legislador alteró a la humanidad para hacerla más tolerante a la ceniza, cambió también otras cosas. Algunos grupos de personas (los nobles) fueron creados para ser menos fértiles, pero también más altos, más fuertes y más inteligentes. Otros (los skaa) fueron creados para ser más bajos, más resistentes, y para tener muchos hijos.
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Los cambios, sin embargo, fueron leves; y pasados mil años de interrelación, las diferencias habían sido prácticamente borradas.
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<!-- chapter 26 -->
I am only just beginning to understand the brilliance of the Lord Ruler's cultural synthesis. One of the benefits afforded him by being both immortal and—for all relevant purposes—omnipotent was a direct and effective influence on the evolution of the Final Empire.
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